viernes, marzo 26, 2010

Reparemos la oposición

Luego del resultado electoral recién pasado, se avecina un conjunto de definiciones que la actual oposición debe resolver, tanto del ayer como del mañana.

Un análisis respecto del futuro Concertacionista debe comenzar por mirar el pasado reciente. El futuro escenario requiere enfrentar con claridad las causas que llevan a convertirse en oposición a gobiernos de alta aprobación ciudadana, pero también se debe mirar el resiente resultado donde candidato, pacto, partidos y gobierno; deberán despejar sus propios pudores para plantarse ante el nuevo controlador del mundo político y financiero del país: Piñera.

Decir que 20 años no es nada, puede ajustarse a la realidad, pues para la Concertación fue un periodo desde el que puede exhibir logros, pero también desaciertos; hechos que se enfrentarán a un inclemente gobierno de Piñera, particularmente con el legado de quien le entregó la banda presidencial, y todo indica, que además con la inexperiencia de ser oposición desde el Congreso.

Querámoslo o no, la ciudadanía optó por el cambio, lo que deja en evidencia que la Concertación de Partidos por la Democracia cumplió su rol histórico, pero a la vez es la gran derrotada de la elección, pues simplemente ante los ojos del elector, sus cuadros políticos no eran garantía de cambio. Entonces, la tarea es re-fundar el proyecto político en la sociedad del siglo 21, pero también renovar el elenco. Sino se hará más fácil para la Derecha prolongar su permanencia conservadora en La Moneda.

Son innegables los logros alcanzados por los gobiernos de la Concertación, pero finalmente no fueron de la Concertación, sino de los gobernantes y por cierto insuficientes para impedir el éxito electoral de la Derecha con su mensaje de cambio. Lo que deja el sabor del resultado es que hacer por hacer, sin proyecto de futuro, conduce a la derrota.

Primero es necesario decir que Frei no fue el principal problema, en la derrota de la Concertación. Merece el reconocimiento por haber estado disponible y por la dignidad familiar para enfrentar el desenlace final. El resultado, es la consecuencia de la suma o resta de muchos hechos y decisiones que los actores políticos (jóvenes y viejos – nuevos y consagrados, hombres y mujeres) tomaron o dejaron de tomar en el gobierno o fuera de él.

La derrota es obra de una minoría unida, contra una mayoría dividida. No se dieron durante el periodo de campaña, definiciones claras y orientadoras, es más tal era el grado de disonancia entre los actores concertacionistas, que las pugnas y contradicciones día a día eran más evidentes. Lo que ayer era el gran mal en la Derecha, en éste proceso electoral, fue el centro de la desorientación concertacionista. Por lo tanto faltó desde el inicio el discurso claro, orientador, épico del líder que se reavivó luego de la derrota.

Nadie reparó que las pautas precedentes, donde se sostenía que el liderazgo político y de gobierno radicaban en la misma figura, comenzaban a perder fuerza ciudadana a medida que avanzó el tiempo y que sólo se reafirmaba una en desmedro de la otra. Más que proyectar a la Concertación por sobre el periodo 2006-2010, la sociedad comenzó a ver que el gobierno era distinto a la Concertación. Desde el gobierno se ayudo a crear esa figura, sosteniendo que el primero era capaz de resolver lo inmediato y para ello no eran, aparentemente necesarios, los segundo; pues solo sumaban desprestigio a quien se acercara. Claro, después de la batalla todos son generales.

Terminada la elección, paradojalmente, el gobierno se encontró en la singularidad del aumento en la popularidad de la presidenta, no obstante haber perdido la elección más importante. Como se evidenció en el 2005 con Lagos: la popularidad del gobernante le es propia. No hay antecedentes en Latinoamérica que un gobierno, “exitoso”, pierda la continuidad de sus políticas. Nuevamente Chile es un modelo a estudiar.

Seamos claro, el gobierno de Bachelet comenzó mal. En los tres primeros años, el promedio de la popularidad presidencial (según CEP) fue de 42 puntos. A inicios del 2009, el indicador cambió su pendiente y todos olvidaron los problemas de instalación, designaciones, del Transantiago, de la legendaria revolución “pingüina” por el término del lucro en la educación y la perdida de gobiernos locales en la elección municipal.

Se consolidó en éste ambiente la cultura de la encuestas. Varios se sintieron atraídos al verse encumbrados en índices de popularidad nunca antes pensados, construidos en centros de análisis de Derecha. Perdón por la desconfianza. Pero se le ha dado un valor en extremo sobredimensionado de: serios, profesionales y asépticos políticamente. Es decir los Centros de estudios de Derecha hacen bien el trabajo. Mensaje entonces para los centros de estudios concertacionistas que quedaron en pie.

Se creó la percepción de su asertividad y por lo tanto se consolidó una imagen. Los guarismos presentados particularmente por la CEP Nº 61 de octubre de 2009, indicaron casi exactamente el resultado final. Entonces para ser claros, primero la historia como la contaba Marco Enríquez-Ominami, era cierta: Marco resultaba ser más competitivo ante Piñera en segunda vuelta y segundo su presencia, impidió que en primera vuelta la Derecha se acercara raudamente al 50%. Por lo que podemos traducir su figura como un factor de contención electoral, del descontento. Por cierto, eso no cambiará la apreciación que exista respecto de su persona.

El gobierno y nuestra mandataria termina un periodo exitosamente. Saliendo del atolladero inicial y quedando instalada para un nuevo periodo. Habrá que ver si los mismo partidos que perdieron todo en ésta elección, verán en la experiencia presente un factor de decisión para no reiterar los errores. Como dice la frase popular, “chiste repetido, suena a podrido”.

Por último, es necesario sumar en el análisis el rol de los partidos, quienes hicieron su parte del trabajo político-electoral, poniendo a disposición –principalmente- de la campaña parlamentaria sus equipos y cuadros. Vasta ver los resultados de los candidatos a la Cámara Baja respecto de la presidencial en primera vuelta. En el norte, se experimentó una mayor cercanía electoral entre Concertación y Frei, pero en el Sur no hay distritos donde Frei le gane a la Concertación. En el 83% de los Distritos, la suma de votos concertacionistas es ampliamente mayor a la candidatura presidencial. Lo que electoralmente significa, cruce de votos desde la Concertación hacia todos restantes presidenciables.

La misma capacidad de los partidos para prever escenarios electorales, en procesos anteriores, ajustando los razonamientos de candidaturas de forma tal que el resultado fuera exitoso para todos, ahora los llevo a radicalizar posturas y ajustar candidaturas en función de cuotas internas. Basta recordar la inquietud Radical en medio de la negociación parlamentaria o la demanda judicial en Arica entre compañeros de lista concertacionista, lo que resultó en un desafuero.

A nadie se le ha exigido en el tiempo una declaración de fidelidad a los ideales concertacionistas, pero resulta evidente que no todos, han actuado con el mismo rol político. Mientras para algunos la agenda valórica no era posible incorporar para otros, lo esencial pasaba por cambios al régimen constitucional. La verdad que la sociedad se ha vuelto cortoplacista y aspiraba a cambios disminuyendo la delincuencia, mejorando la educación, la salud y el empleo. Es decir, la lectura que se realizó de la sociedad fue desde ámbitos distintos a la demanda ciudadana, pues estos temas llevan más de un gobierno entre las prioridades sociales y particularmente no presentaron cambios para éste cuatrienio.

El desenlace es una Concertación derrotada, querámoslo o no hasta ahora no totalmente unida. Cual más cual menos, los candidatos de la Concertación trabajaron por alcanzar sus propios resultados y no los del colectivo, resaltando en la campaña los logros de Bachelet y no los de la Concertación. Esto mientras en la arena nacional, la frase rimbombante era: creemos que la política son proyectos colectivos. Pero la verdad es que solo vimos una preeminencia de proyectos individuales. Son muy pocos los candidatos que realizaron una campaña en consonancia con la presidencial. Consecuencia de esto se hizo campaña que redundo en un aumento en la popularidad presidencial, cuando hoy esa variable vale exactamente: nada.
Por lo tanto, el éxito fue de unos, pero el fracaso de todos (colectivamente).
En medio de esto el gobierno de Bachelet es sorprendido por un terremoto. Más que la magnitud Richter, es como fueron evaluados por la ciudadanía. Se vio, durante las primeras horas, un gobierno lento y una oposición oportunista.
Entregado el gobierno (frase que se debe remarcar). La oposición carece de liderazgos conductores y de un proyecto claro.
El actual gobierno parece incapaz de completar sus nombramientos y ha recurrido a la mantención de jefaturas y funcionarios Concertacionistas. Personas que con compromisos financieros se encuentran en una sola opción: continuar, para hacer el trabajo que el actual gobierno requiere.

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